DE ANTOLOGÍA,
CON EL LÁPIZ EN LA MANO
Confieso
que abordé la lectura de la antología con cierto recelo ya que este tipo de
libros suelen tener carencias y, en este caso, la principal era la abundancia
de nombres propios: nunca se sabe si un número abultado de autores, puede
obligar a los antólogos a incluir narraciones intermedias que hagan de relleno,
pero creo que no es el caso y es un volumen redondo, donde tampoco se hace
tediosa la extensa nómina de títulos. También he procedido a la lectura con un
espíritu más crítico —esto me ha sido inevitable, lo siento— y he descubierto
que si que había mimbres, y muy buenos, para hacer este cesto. La ordenación de
los textos ha sido buena y se observa al final que existe una unidad, por eso
de que a estas alturas de la breve historia del microrrelato ya hay una
avenencia, un condominio que armoniza y concierta a casi todos los creadores
que pueblan estas páginas; y hasta terminan resultando escasas las 138
narraciones, pues faltan procedimientos y temas que a buen seguro la maestría
de los escritores son capaces de abordar. Pero esto ya es otro tema que, si la
suerte acompaña a esta edición, el futuro será capaz de arreglar. Suelo leer
con lápiz en la mano y voy poniendo cruces en aquellos relatos que me parecen destacados
para, en el proceso de segundas o terceras lecturas, extremar la atención y
añadir más cruces e ir catalogando las excelencias de cada cual. Sospecho que
tendré que tener a mano un sacapuntas.
He descubierto sutilezas en Negreira, en
Montaña; en Víctor Lorenzo, ingenio y método; historias inquietantes en Paloma
Hidalgo; magia en Elisa de Armas; lo innombrable en Bevilaqua. Excelentes
maneras en Mar González y Lola Sanabria. Verdaderos jardines de palabras y
miedo en Antonio Serrano. En Adrián San Juan, oficio e historicidad. Fronteras
en Esperanza Temprado. De algunos de ellos ya tenía constancia, pero lo más
importante es que he hecho grandes hallazgos en nombres desconocidos, a los
cuales prometo desde ahora mismo seguir con especial entusiasmo, por ejemplo
Victoria (¿hay más Victorias en el libro?), la lírica de Teresa Serván o una
Isabel González, tan imaginativa. ¡Ah! y el fabuloso mundo de Sánchez Portero
que algunos saben me atrae sobremanera. Me dejo tantos…
Qué no se me olvide: convendría al editor
plantearse que esta generación de los 69 tiene cuerda para rato. Del porvenir
hablaremos en otro momento.
Eduardo Rico (21-5-13)
Gracias Eduardo, por el interés que has puesto en nuestras propuestas. Estoy deseando tenerlo en casa. Besos.
ResponderEliminarUna lectura de la que yo quedo muy agradecida.
ResponderEliminarAbrazos talenturosos.
Gracias por tus palabras. Yo sigo leyendo y asombrándome, reconociendo letras conocidas y abriendo puertas a nuevos mundos literarios.
ResponderEliminarUn abrazo!